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Si se aprende, no hay fracaso

En este artículo, comprenderá cómo los errores potenciales pueden convertirse en una fuente inagotable de crecimiento personal y gerencial.

En un mundo empresarial sofisticado e hiperconectado, es difícil lograr la certeza. Esto impacta a las empresas de diversas maneras, especialmente en el liderazgo de aquellas organizaciones que necesitan innovar constantemente para diferenciarse para alcanzar y mantener el éxito.

En este contexto, es estratégicamente importante entender cómo abordar en la práctica el fracaso, que es un hecho común y natural en la vida diaria de cualquier negocio.

Cuando se trata de fracaso, una variable importante es el tiempo. “Fracasar rápido” significa aprender más rápidamente. Esto se debe a que, al reconocer rápidamente que vas en la dirección equivocada, puedes detener el proceso, interrumpir la generación de desperdicios y redirigir tu energía, tiempo, trabajo y recursos para buscar un camino nuevo y mejor. Un pivotaje de este tipo puede optimizar los resultados y generar aprendizajes muy relevantes.

Es necesario fomentar (y nunca castigar) el “fallo rápido” cuando va seguido de correcciones de rumbo y aprendizajes. Pero hay una advertencia: para que esto realmente funcione, el liderazgo debe dar el ejemplo. Deben ser los primeros a quienes no les importe asumir riesgos responsables, dejando claro que está bien cometer errores si generan “fallos inteligentes”.

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